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FASCIA, la causa secreta del dolor crónico de espalda.


Infografía: Bryan Christie
Una malla muy fina y elástica envuelve nuestros órganos y los conecta. Este envoltorio se llama fascia y hasta hace poco era despreciado por la ciencia. Ahora se ha descubierto que está detrás de dolores crónicos de espalda, lumbago, tortícolis… e incluso de la expansión de tumores. Se lo contamos.

¿Qué es la fascia?: la red detrás de los dolores crónicos

«Beba mucha agua, practique ejercicio, cuidado con la postura…». Son consejos que todos hemos oído -e ignorado- en repetidas ocasiones. Sin embargo, seguirlos es clave para una parte de nuestro organismo que la ciencia lleva siglos ignorando. Quizá por esto nunca haya oído hablar de la fascia y, pese a ello, está detrás de problemas de salud como rigidez y tirones musculares, lumbago, tortícolis, cervicalgia o dolor crónico de espalda. Es más, podría tener implicaciones en dolencias tan complejas como la fibromialgia e incluso en la expansión de los tumores.

Desde el cerebro hasta los pies, este tejido continuo, blanquecino y muy hidratado recubre todos los órganos, músculos, fibras, tendones, ligamentos, sistemas y aparatos de nuestro cuerpo y se extiende por él como una autopista de la información que controla la percepción del dolor y el bienestar. Aun así, la medicina nunca le había prestado excesiva atención, aunque el mismísimo Leonardo da Vinci ya la dibujara hace más de 500 años. Con el tiempo acabó convertida en una «cenicienta olvidada», explica Antonio Manuel Fernández, terapeuta miofascial, fisioterapeuta y profesor de la Universidad de Granada.

Antes se tiraba a la basura

En los últimos años, sin embargo, la fascia ha pasado de ser un don nadie a convertirse en un auténtico superhéroe de nuestro organismo. En las clases de Anatomía, de hecho, se tiraba literalmente a la basura tras ser removida de los cadáveres embalsamados diseccionados. «Los profesores de Anatomía siempre decían que ‘la suciedad de la fascia’ molestaba durante las disecciones», asegura Andrzej Pilat, creador del método de inducción miofascial -una de las corrientes terapéuticas para el tratamiento de la fascia- y considerado el referente en España sobre el asunto.

La mayoría de los pacientes con hernia discal no tiene dolores. ¿Por qué? Ahora se sospecha que muchas veces el dolor puede proceder de la fascia, no de la hernia

En octubre de 2007, Pilat acudió al primer -y «memorable»- congreso sobre la fascia en Harvard, rodeado de científicos interesados en estudiar y averiguar su relevancia para el comportamiento del cuerpo. «Fue un punto de inflexión», subraya. A partir de ahí se iniciaron diferentes investigaciones y desde entonces se han multiplicado los artículos científicos sobre este tejido conectivo. Como dice la Fascia Research Society, entidad nacida justamente a raíz de aquel encuentro: «La fascia es la red más generalizada, pero quizá la menos entendida del cuerpo humano».

Desde entonces, la visión de esta especie de redecilla o segunda piel como un simple material de soporte se ha quedado anticuada. «La fascia, a diferencia de lo que se pensaba, no es una mera conexión estática de todos los elementos del cuerpo. Lo conecta todo de forma dinámica -explica Pilat, profesor de másteres y posgrados en Europa y América-. Es una estructura viva, continua, hidratada, con capacidad de movimiento propio». Y densamente inervada.

La fascia rodea cada una de las fibras musculares y el propio músculo en su conjunto

Terminaciones nerviosas como los mecanorreceptores, que responden a impulsos mecánicos -incluso de muy baja intensidad-, y los nociceptores, los cuales identifican una situación de peligro, están detrás de esos dolores inespecíficos, desencadenados muchas veces por la rigidez de la fascia ante la falta de ejercicio y de hidratación, posturas incorrectas, estrés, envejecimiento o por el abuso de la comida basura. «Más de la mitad de las personas que nunca han sufrido dolor lumbar tienen una hernia discal. Es decir, tener una hernia no tiene por qué ser un problema -resalta Pilat-. El dolor, muy probablemente, venga de otra parte y conocemos el modo en que el sistema nervioso se relaciona con la fascia».

Movimiento contra el dolor
Se trata de un círculo vicioso: al volverse rígida, la fascia hace presión sobre los receptores, lo que causa la disminución de la dopamina; el cerebro interpreta el descenso de este neurotransmisor del sistema nervioso central como una amenaza y se defiende creando un dolor. Al sentir dolor, tendemos a evitar determinados movimientos, pero esta inactividad -una de las principales causas de la rigidez inicial- impide que la fascia, responsable de una quinta parte de nuestro peso corporal, retome su fase elástica. «La fascia responde muy bien al impulso mecánico, así que la solución es moverse. Caminar cuatro días por semana, cuatro o cinco kilómetros, hace que la acción de la fascia se reparta de manera coordinada por todas las zonas del cuerpo», aconseja Pilat.

La fascia se extiende por todo nuestro cuerpo. Es como una autopista de información que controla nuestra percepción del dolor y del bienestar.

De hecho, el movimiento y el estiramiento son las bases de las terapias miofasciales, que, por cierto, no son nada nuevas. La pionera, en las primeras dos décadas del siglo XX, fue la bioquímica estadounidense Ida Rolf, estudiosa del yoga y creadora de la integración estructural, también conocida como ‘Rolfing’. Desde entonces han surgido diferentes técnicas basadas también en maniobras para relajar el sistema miofascial. Esto se consigue a través de presiones relativamente suaves, que se mantienen por más de un minuto y medio en puntos de contractura, o de movimientos alargados, de estiramientos. Estos masajes miofasciales provocan el intercambio de agua y nutrientes a lo largo del tejido conectivo, el aumento del calor y, consecuentemente, de la actividad celular, disminuyendo la inflamación y relajando la fascia.

La fascia representa una quinta parte del peso de nuestro cuerpo.
Al volverse rígida, hace presión sobre las terminaciones nerviosas
Estas técnicas, a las que se consideraba algo esotéricas, han ido ganando respaldo a medida que las investigaciones científicas redescubren la fascia. «El cambio de paradigma ha sido inducido por los diversos estudiosos que han observado que el dolor crónico de espalda podría tener origen en este tejido conectivo», explica Fernández, que desarrolló su tesis doctoral sobre el efecto de la fascia en aspectos inmunológicos, neurofisiológicos, frecuencia cardíaca o tensión arterial. «La fascia toracolumbar (se extiende desde el sacro hasta el cuello) es muy importante para la mecánica del tronco. En las personas que tienen dolor de espalda se ha visto que se desplaza un 60 por ciento menos que en aquellos que no tienen ninguna patología».

La transformación en la visión de la fascia ha hecho que se difundan cada vez más los beneficios de estos tratamientos. Por ejemplo, los rodillos de espuma y las bandas elásticas, que nos permiten hacer un automasaje miofascial, se han convertido en una verdadera moda. Además, ayudan a evitar las agujetas y a recuperarse más rápidamente después del ejercicio físico. Resultados que, en plan casero, se pueden obtener con un par de pelotas de tenis dentro de un calcetín y un rodillo de cocina.

Esta nueva percepción de la fascia también se ha visto impulsada por el famoseo. Gwyneth Paltrow, sin ir más lejos, es una de las celebridades que disfrutan de los beneficios de las terapias miofasciales, con efectos muy positivos en la postura. «Hay mucha influencia sobre el porte corporal, el modo en que la persona se ve a sí misma y en cómo realiza sus movimientos», revela Pilat.

CÁNCER Y FASCIA

También se está estudiando, en oncología, cómo la fascia puede interferir en la expansión de tumores. «Un tumor, cuando crece, necesita un tejido de sostén que le da sangre y nutrientes. El soporte del tumor es el tejido conectivo. El origen del cáncer no es la fascia, pero utiliza la fascia para expandirse», explica Antonio Manuel Fernández, fisioterapeuta y profesor de la Universidad de Granada.

PARA SABER MÁS

Fascia Research Society. Sociedad que organiza congresos internacionales que aglutinan a investigadores sobre la fascia.


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